La noticia nos sorprendió. Sabíamos de su último quebranto de salud.
Murió un amigo, el consejero, el solidario, el cantor del pueblo, el de dar todo sin pedir nada.
Nos conocimos desde muy jóvenes, en aquellas mañanas de agosto, quebrando escarchas en los escenarios deportivos de fútbol, él en su querido Sud América y yo en el equipo de mis amores: Juventud Soriano. La vida siguió y nos veíamos a diario.
Al tiempo nos acercamos más cuando integramos un conjunto musical.
De inquebrantable entrega por el más necesitado, no le importó tomar su guitarra e ir a la cárcel, hogar de ancianos y a cuanto beneficio él pudiera estar presente sin pedir nada, dejando su voz y sus canciones.
Así era, feliz con lo que hacía.
Querido y respetado por todos, viajamos durante años juntos a otros Departamentos y localidades vecinas.
Era el humor en el grupo, le brotaban las anécdotas, algunas reales y de las otras.
Nunca lo ví enojado, siempre con su sonrisa y aquel “¿Cómo andás zurdito?”.
Duele su partida porque deja una familia y una legión de amigos, y su presencia física.
Su voz fue su arma desde que nació, maravillosa. Qué ironía, al final de su existencia la había perdido, pero sus ojos hablaban por él.
Esta mañana fría de otoño-invierno el buen Dios lo llamó a su lado, en donde para mí la muerte se equivocó y le cayó cruelmente, cuando todavía lo disfrutamos, tenía que haber sido inmortal por su don de ser, por su generoso corazón.
Gracias por todo lo que me enseñante arriba y debajo de los escenarios.
En estos momentos de dolor vaya a familiares y a esa legión de amigos que cosechaste las condolencias, extensivas a los dos clubes de sus amores: El Sud América del barrio “Mondongo” y el club Peñarol, donde fue jugador y dirigente.
Hermano, en cualquier momento nos encontramos por allá para recordar aquellas mañanas de fútbol y los momentos junto a la música.
Que el buen Dios te tenga a su lado. Eterno descanso “Titonga”.
Bautista Cresci Lamarque.