Mientras el entorno internacional aprieta sin lograr la fuerza necesaria, dentro de Venezuela siguen sucediéndose detenciones junto con la orden de Maduro de aprontar dos cárceles de máxima seguridad. María Corina Machado, la líder opositora que pasó a la clandestinidad, aseguró que teme por su vida y Uruguay podría ser su destino de asilo.
Ayer el ente electoral de Venezuela (CNE) ratificó que el jefe de Estado Nicolás Maduro fue reelegido en los comicios del domingo con el 51,95% de los votos, adjudicándole el 43,18% de los apoyos a Edmundo González sobre casi 97% de actas escrutadas.
Ello volvió a agitar las dos aguas convenciéndose una parte de la opinión de que Maduro apuesta al agotamiento de la resistencia, con sucesivas dilaciones, mientras en las calles siguen sucediéndose manifestaciones de la oposición y los partidarios del gobierno en una evidente muestra de que la situación no tendrá cambios en lo inmediato, a no ser porque dentro de la estructura de las fuerzas armadas, suceda un quiebre que a esta altura no parece para nada posible.
Imaginar un futuro donde Venezuela se cierre a sí misma, establezca alianzas estratégicas con los países que le han otorgado su apoyo y busque sobrevivir aún aceptando que una parte del mundo lo considere dictadura, parece lo más probable.
Así, ha sucedido con Cuba, Nicaragua y otras naciones que con el paso de los años han acostumbrado al resto a aceptarlos o darles la espalda.
En medio, solo se sostendrá el aspecto económico que termina justificando las acciones de la mayoría de los países que a la hora de negociar y obtener beneficio, no tienen otra salida que olvidar las posturas filosóficas.
Así por ejemplo, está el propio caso de Uruguay cuyo gobierno deplora la dictadura venezolana al mismo tiempo que hace esfuerzos reiterados por negociar con China.