El testimonio brindado por la fiscal Cecilia Irigoyen permite concluir que el asesinato de Giuliana y su hijo no se cometió dentro de parámetros habituales para este tipo de enajenamientos transitorios, sino que responde a un intelecto mínimo o incluso de un fuerte desequilibrio mental.
Sólo así puede explicarse no sólo su falta de precaución a la hora de ocultar evidencias, sino la supuesta ferocidad con la que atacó a personas de su mismo entorno, mostrándose posteriormente como uno de los integrantes de la misma.
La imprevisión e inconsciencia que rodeó de temeridad a cada uno de sus actos, lo muestran como a una persona absolutamente irreflexiva, al punto de pedir prestado un pico y una pala a la vista de todos cuando la sospecha estaba instalada en todo Paysandú o la de tratar de cubrir sus pasos de manera infantil.
Lara Ríos comenzó su periplo -según la fiscal- pocos minutos antes de las 22 y terminó a las 17.40 cuando se hizo a la ruta camino a Salto en la moto que le había robado a su hermana y que dejó en el shopping salteño pretendiendo que creyeran que ella y su hijo habían un tomado un ómnibus para irse definitivamente de Paysandú.
A medida que otras pruebas surgen la población sanducera y por ende el resto del país, acumulan más indignación e incomprensión sobre hasta dónde un ser humano puede llegar a cometer este tipo de atrocidades.