El Papa Francisco que sufre una probable conspiración en su contra encabezada por el Obispo neoyorquino Raymond Burke envió un mensaje de particular profundidad al finalizar el "Año de la Misericordia" y proceder al cierre de la Puerta Santa, una ceremonia cargada de simbolismo, que consiste en la potestad de abrir o cerrar durante largos períodos la gigantesca puerta que sólo permanece abierta durante el Año Santo.
El comienzo del Año Jubilar que se produjo el 8 de diciembre de 2015, estuvo marcado solemnemente por la apertura del acceso en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, iniciándose así el Año de la Misericordia.
El 13 de noviembre de 2016 fue fijado en consecuencia, como el día para proceder al cierre de todas las puertas santas en el mundo y el 20 de noviembre (ayer) la de la Basílica de San Pedro a donde concurrieron 70.000 personas.
Mensaje de Francisco
Dirigiéndose a los fieles, utilizó expresiones profundas, al decir que "Dios no tiene memoria del pecado, sino de nosotros, de cada uno de nosotros, sus hijos amados. Y cree que es siempre posible volver a comenzar, levantarse de nuevo". "Pidamos la gracia de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza. Como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos, también nosotros estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás. Porque, aunque se cierra la Puerta santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo", afirmó Francisco en la misa de cierre del Jubileo, que concelebró con los 17 cardenales de cinco continentes creados en su tercer consistorio.
La puerta santa de la Basílica de San Pedro, símbolo del perdón y la conversión, fue la última en cerrarse: en el resto de la diócesis del mundo, donde también se abrieron puertas santas, se habían cerrado el domingo pasado. Se mantendrá cerrada hasta el próximo Jubileo ordinario, previsto para el 2025.
El Año Santo de la Misericordia convocado por Francisco, que comenzó formalmente el 8 de diciembre pasado, se distinguió de los anteriores por su universalidad y por una apertura anticipada por primera vez en la historia fuera del Vaticano. En un fiel reflejo de su visión de Iglesia en salida hacia las periferias, el ex arzobispo de Buenos Aires quiso abrir la puerta santa en la catedral de ladrillo de Bangui, capital de la República Centroafricana, un país pobre y castigado por años de guerra civil, el 28 de noviembre pasado.
Se estima que durante el Año Santo, en el que el Papa sumó a las audiencia de los miércoles audiencias jubilares, los sábados, se estima que cruzaron la Puerta Santa unos 22 millones de personas. Aunque muchos más pudieron hacerlos en las catedrales de sus países, en todos los continentes.
"Muchos peregrinos han cruzado la Puerta santa y lejos del ruido de las noticias has gustado la gran bondad del Señor. Damos gracias por esto y recordamos que hemos sido investidos de misericordia para revestirnos de sentimientos de misericordia, para ser también instrumentos de misericordia. Continuemos nuestro camino juntos", pidió el Papa, en una homilía inspirada en la fiesta de Cristo Rey y centrada en la importancia de la misericordia, siempre
"Este Año de la misericordia nos ha invitado a redescubrir el centro, a volver a lo esencial", afirmó, al recordar que la Iglesia sólo resplandece cuando es "acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera". Y que Dios "está dispuesto a borrar por completo y para siempre el pecado, porque su memoria, no como la nuestra, olvida el mal realizado y no lleva cuenta de las ofensas sufridas".
En medio de ingentes medidas de seguridad, unas 70.000 personas lo escuchaban en una jornada fría pero soleada. Entre ellos se destacaban el primer ministro de Italia, Matteo Renzi y el presidente, Sergio Mattarella, así como delegaciones de países como República Centroafricana, Mauricio, Bangladesh y Lesotho, que desde ayer tienen un cardenal. Entre las multitud, de hecho, se destacaban banderas de estos países de la periferia del mundo, ahora presentes en el Colegio Cardenalicio.