Justamente lo que no hay que hacer cuando se juega en la altura, Uruguay lo hizo: desconcentrarse. Tres jugadas claves en este sentido propiciaron primero el empate, luego el penal que Ecuador erró y luego el 2-1 definitivo.
El partido comenzó con los locales tratando de manejar la pelota y zafar de la presión alta que le proponía su rival, para con eso adelantarse en la cancha queriendo ofender.
Estupiñán y Caicedo se asociaban por derecha de buena manera y obligaban a Nández, con la ayuda de Canobbio y Valverde, a tener que extremar esfuerzos para no dejar espacios.
Del lado celeste, alguna corrida de Agustín Canobbio en forma individual o pase de Nicolás De La Cruz para la potencia de Darwin Núñez, fue gestando algo más pensando en la valla contrincante.
Un remate de Gruezo de media distancia que se fue muy ancho, fue moviendo las acciones de un partido con escasas llegadas y mucha disciplina táctica para no dejar hacer al rival.
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