Es que para ambos es el regreso a la actividad luego de varios meses de "parate", con los clásicos rivales del fútbol uruguayo enfrentándose y con la incertidumbre de qué es lo que puede pasar en la cancha. Afuera de la misma se sabe lo que no habrá: público, aunque una parte del Centenario se verá "aderezado" con la iniciativa de los tricolores de colocar pancartas con la foto de los hinchas que compraron esa chance, algo ya hecho en Europa por ejemplo y que le pone un poco de colorido a las desiertas tribunas.
Bueno es recordar cómo llegan ambos en la tabla de posiciones disputadas tres fechas del torneo antes de la Pandemia. Peñarol tiene 4 unidades en la tabla, producto de una victoria, un empate y una derrota; mientras que Nacional no ha conocido la victoria, tiene 2 unidades de sendos empates y una derrota.
El clásico presentará grandes duelos entre jugadores de Nacional y Peñarol, con un tricolor que parece tener armado un mediocampo más generador de juego y el carbonero un equipo más destructivo en la zona medular.
Cuando Christian Ferreyra pite por última vez, puede sellar el destino del torneo para uno de los dos equipos, aunque se encuentre enmarcado en la cuarta fecha. Y, también, puede empezar a escribir el titular con letras mayúsculas de un cambio de rumbo.
El clásico siempre termina siendo una corriente que arrastra lo que encuentra en su camino para el perdedor. Eso no cambia ni en un amistoso y es la bola de hierro con la que cargan jugadores y técnicos que no consiguen terminar lanzando sus puños al aire en señal de victoria.
Quizá por eso, a lo que se le suma la situación actual que tienen Peñarol y Nacional en la tabla de posiciones (noveno y decimocuarto), el comienzo y el desarrollo del partido quede condicionado por los extremos cuidados.
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