El Litoral uruguayo que habitualmente tuvo un protagonismo comercial más que interesante, perfila un futuro de nubes negras. Los pronósticos dicen que un mínimo de dos años nos separan de la posibilidad de revertir en algo la diferencia de precios que viene provocando una catástrofe de la que la mayoría no tiene conciencia ni le importa.
Es aún peor: para la mayoría de las familias no es mala cosa que los precios en Argentina estén cada día más distanciados de nuestra realidad. Ese hecho permite comprar barato, acceder a bienes hasta mejores de los normales, y darle al cuerpo y a los cinco sentidos unas horas de satisfacción.
Si en el futuro se pagará carísimo a nadie le importa. Nunca nos hemos caracterizado por movernos con responsabilidad y menos aún con precaución; como los brasileños “hay que vivir ahora, que después ya se verá”.
En la otra punta, está una enorme legión de generadores de trabajo que ya están advirtiendo que el pronóstico de nubes negras es de verdad.
Y en medio de los dos, el gobierno, por ahora parado del lado de la mayoría evitando que el clamor de los más ponga en riesgo su chance en las urnas precisamente porque esos dos años son los que faltan para que esa mayoría decida entre dejarlos o sacarlos. “Si hay que sacrificar al comercio, y a la industria, pues que ocurra” parece ser la conclusión. El problema que enfrenta al Litoral no importa porque no afecta a más de la mitad del país, según razona el economista Gabriel Oddone, y agrega que el Litoral tiene problemas para hacerse sentir en los centros de poder. Pero si a la política no le importa, a la gente tampoco y ahí está el problema.
Ahora bien: ¿qué podría hacer un gobierno para impedir el cáncer que carcome la frontera? Implantar el Cero Kilo es una medida sencillamente imposible, porque podría frenar el trasiego de alimentos pero no el de combustible, vestimenta y servicios médicos. Podría prohibir el tránsito de vehículos reglamentando el paso de matrículas con una dosificación, pero no podría impedir que cientos de miles crucen en ómnibus. Sólo la pandemia o Kirchner fueron capaces de cerrar totalmente los puentes y aun así los uruguayos cruzaron por agua.
¿Entonces? Entonces no hay otra alternativa que esperar que semana de Turismo sea un festival de compras y que el próximo invierno traiga consigo el cierre gradual de comercios y empresas de casi todos los rubros que tampoco lograrán concientizar a la gente que seguirá haciendo del individualismo su principal objetivo de vida.
Salvo que como le ocurrió a Pandora al abrir su misteriosa caja encontremos entre todos los males al espíritu de la esperanza, el único que los dioses habían colocado antes de cerrarla.