Desde siempre la actual Plaza Independencia ha sido el centro de la ciudad y en consecuencia todo el movimiento, en sus más diversos aspectos, se ha desarrollado en sus alrededores.

Al dominar durante largo tiempo todo el ámbito de su entorno, se elevaba la actual Catedral indicando indubitablemente el punto central que debía tomarse en cuenta para todo el movimiento, fuera religioso, social, educativo, económico y comercial lo que así se hizo hasta no hace mucho tiempo.

Alrededor de la Plaza el tránsito vehicular y peatonal siempre fue intenso propiciando la instalación de muchísimas casas de comercio que tuvieron larga y recordada actividad en la faz comercial.

Sobre las calles que la rodeaban se realizaron procesiones religiosas, caravanas políticas, corsos carnavaleros, recordaciones patrióticas, homenajes deportivos, actos recordatorios, exposiciones y todo lo que significaba algún acontecimiento o hecho que necesitara ser mostrado por y a nuestros propios vecinos.

Por supuesto, por las veredas circundantes y las de las dos calles principales que la enmarcaban, Colón y Artigas de hoy, las damas y sus hijas, los caballeros de entonces, los distintos paseantes, los curiosos transeúntes, admiraban las novedades en artículos diversos, en prendas y en vestimentas, se sorprendían de la aparición de nuevos productos, consultaban precios en las amplias y numerosas vidrieras, eran invitados por los propios propietarios o sus dependientes a pasar a recorrer sus salones o negocios, buscando los productos o los diferentes artículos que necesitaran.

La mayoría de aquellos comercios, renombrados comercios de otras épocas, han desaparecido luego de largos años al servicio de la población, dando lugar a otros pequeños, fugaces y de muy distintos rubros al de los que nos proponemos recordar, basándonos en facturas, impresos, notas comerciales o fotografías de otras épocas, que sirven para ilustrar lo que decimos. 

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Comenzaremos por mencionar la “Zapatería y artículos de viaje de Tamón & Frantchez” que estaba instalada pegadita a la propia Iglesia Parroquial de entonces (hoy Catedral), figurando en sus facturas que eran “Sucesores de Torreglosa & Usabiaga”, una más antigua zapatería de gran prestigio.

De la cuenta que reproducimos surge la dirección: calle Florida 734 – Teléfono La Unión- y se aclara que los artículos adquiridos deben abonarse en oro sellado.

Este documento tiene exactamente ochenta años de antigüedad y la propiedad en la que funcionaba mantiene actualmente el mismo aspecto en su piso superior mientras que en la planta baja se han producido diferentes cambios modernizándola y habiendo sido ocupada a través del tiempo por distintos comercios en diversos ramos.  

A escasos metros, siguiendo hacia el este por aquella misma calle, hoy denominada de Castro y Careaga y en la propia esquina, cruzando Artigas, hace ya muchos años estaba instalada la reconocida “Casa Claudio Gómez” con entrada por la propia ochava y con varias puertas sobre la entonces calle Florida.

Enorme profusión de mercaderías, fuertes y largos mostradores sobre los que se extendían las distintas telas que querían inspeccionar las exigentes clientas, altas estanterías cubiertas de rollos de productos  de distinto tamaño con numerosos dependientes de ambos sexos que gustosamente atendían a la también numerosa clientela.

También recibían pedidos telefónicamente y enviaban a domicilio aquellas muestras de distintos productos en prolijos muestrarios de los que se podía elegir la tela adecuada para cada ocasión o necesidad.

Su propietario fue don Claudio Gómez, simpático español muy relacionado con distintas Instituciones del medio, en especial con las afines a su nacionalidad, habiendo ocupado cargos de dirección en diversos movimientos benéficos.

A su fallecimiento lo sucedió su hijo Alfonso Gómez, quien tiempo después trasladó el comercio a otro sitio.  El local que ocupara don Claudio sufrió luego cambios y otros comercios se instalaron allí, hasta que hace algún tiempo se erigió en ese lugar y en padrones vecinos, un amplio y alto edificio de apartamentos y en su planta baja se instaló el Banco de Seguros del Estado.  

Unos metros más al sur, por la misma vereda y en calle Artigas, salteando un edificio con distintas aberturas que fuera pensión y sede de kioscos y taxímetros, encontrábamos en la época a que nos referimos otra Tienda, Mercería y Artículos para hombres de “Trivelloni y Moreno” en calle Artigas Nº. 267 según surge de varias notas expedidas por esa casa, de las cuales reproducimos una. 

También este comercio con dos amplias vidrieras separadas por una alta entrada, todas protegidas entonces con persianas de metal enrollables, exhibía en aquellas, parte de su considerable stock de prendas, muy solicitadas por su clientela.

Atendida por sus propios dueños, siendo también don Juan Moreno Bernabeu un español muy apreciado en la sociedad mercedaria, se caracterizaba ese comercio por estar siempre actualizado en los cambios de la moda.  

Separado sólo por una amplia entrada a una casa de altos que fuera años atrás el “Hotel Roma”, encontrábamos otra tienda de viejo arraigo, iniciada en su momento por don Angel Braceras, continuada luego por “Alambarri y Moreira”, posteriormente por Quintario y Moreira, firma ésta de la que reproducimos una nota de venta de su época.  

Fueron aquellos Joaquín Alambarri padre del Dr. AlfredoAlambarri y Ricardo Moreira, abuelo de quien esto escribe, denominándose el comercio como “Tienda La Estrella” representada por una imagen  que lucía perpendicular a su frente formando una estrella de considerable tamaño.

En cambio los que figuran en la nota adjunta “Quintario &  Moreira”, (este era Juan José Moreira) se desempeñaron antes colaborando con los anteriores y quedaron luego al frente del negocio.

Esta tienda tuvo la particularidad de que luego sus dependientes fueron accediendo a integrar firmas que fueron sucesoras en este mismo local como “Piruzetti y Viñuela”, “Defino y Debia” y luego “Debia & Cía”.

Fue también siempre un reconocido comercio que operaba en consonancia con los de aquella época brindando esmerada atención a toda su clientela. 

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Poco más hacia el sur encontrábamos una farmacia que se denominaba “Farmacia Díaz Arrieta”, de la que era propietaria la razón social F.B. Díaz & Cía., estando ubicada en la misma calle Artigas Nº. 281, donde se atendían, fuera de la expedición de medicamentos y preparados propios, las lesiones de poca consideración que periódicamente experimentaban los vecinos en una época relativamente violenta.

El stock de medicamentos era muy abundante, accediéndose al interior del local a través de dos o tres escalones, los que aún se mantienen a pesar de que luego fueron varios los diferentes titulares de esta farmacia que hasta hace poco tiempo se conoció como “Farmacia Mercedes”.

Con dos amplias vidrieras a los costados de la puerta de acceso, hoy se ha transformado en una sucursal de una firma internacional, manteniéndose en el mismo sitio de muchísimos años atrás.

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Por la vereda de enfrente y siempre entre las calles hoy nombradas como de Castro y Careaga y W. Ferreira Aldunate, encontrábamos, dirigiéndonos hacia el sur de la ciudad, a mitad de cuadra en parte de lo que hoy es el Despacho Parroquial, a un negocio de Joyería que se ha mantenido trabajando en el mismo rubro a través del tiempo.

En la época a que nos referimos figuraba como “Joyería, Relojería, Platería, Bazar y Optica” a cargo de don Julio Silveira López, reconocido vecino, este importante negocio teniendo su entrada señalada con los Nºs. 276-278, la que rodeaban a ambos lados dos importantes vidrieras, las que aún se mantienen.

Lo sucedió su hijo nombrado y conocido como el “Negro” Silveira, siguiéndolo hasta el momento otros titulares y diferentes firmas en el mismo rubro.

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Siguiendo en la misma dirección y a muy pocos pasos, hallábamos la “Zapatería de Juan Cerchi” siempre con buenas ofertas en su selecto surtido, atento a los cambios que iba imponiendo la moda.

Atendida por su propio dueño acompañado de incondicionales dependientes, solucionaba los pedidos de su clientela con la prontitud que la circunstancia lo exigía.

Era muy común y tradicional el envío de varias cajas de zapatos a los domicilios de los clientes para su prueba y elección con total comodidad.

 Sucedida luego por la firma “Cerchi y Vairo”, posteriormente por otro familiar de Cerchi, - J. Raúl Cerchi -debió clausurar actividades en el rubro muchos años después a la década del 1930 que es a la que nos referimos.

(Seguiremos próximamente recordando otros prestigiosos comercios hoy desaparecidos).