Hubo
sí en este país una década infame. Algo taró las cabezas de las mujeres
embarazadas y de sus esposos.
Allá
por los 80, recién salidos de la dictadura, con problemas notorios de
razonamiengto, todos, todos, todos les pusimos a nuestros hijos Federico,
Nicolás, Rodrigo, Sebastián y Santiago.
En
esos días las maestras decían: "Nicolás, de pie, lea la página 4" y
se paraba media clase.
"¡A
cabecear, suba a cabecear, Federico!" gritaba el director técnico de
baby-fútbol y arrancaba una excursión para el área.
Elegimos
esos nombres porque eran largos, sonoros y con personalidad.
Hoy
les decimos Fede, Nico, Ro, Seba y Santi.
Con
las nenas pasó algo parecido, se llamaron todas Carolina, Agustina y Valentina;
es decir Caro, Agu y Vale.
Eso
sí, extrañamente tres nombres consiguieron atravesar las generaciones: José,
Pedro y Carlos.
Todos
tenemos un tío, un primo o un sobrino que se llama así.
¡Y
fijate qué cosa rara! En todas las generaciones los Carlos apodados Carlitos se
convirtieron en buena gente. Los que no consiguieron pasar esa barrera quedaron
en deuda con la sociedad y seguramente con el carnicero.
Yo
desconfío de los Carlos que nunca fueron Carlitos.
Fijate:
Carlos Rohm fue, es y será Carlos. Por las mismas razones que hacen que Juan
Carlos Blanco, Carlos Daners, Carlos Reyles, Juan Carlos Payseé o Carlos Vaz
Ferreira (por nombrar a algunos) también se hayan quedado en el Carlos.
Sin
embargo, Carlitos Roldán, Carlitos De Lima, Carlitos Bueno o Carlitos Paez
Vilaró a poco de crecer abandonaron el Carlos.
Hacé
una prueba, pensá en tu Carlos más próximo y fijate si le dicen Carlitos.
Yo
no le prestaría plata a un Carlos que no sea Carlitos.
Y
lo mismo pasa con los Pedro y los Pedrito.
¿Has
visto algo más bueno que un Pedrito?
Nunca
dejaría que mi hermana saliera con un Pedro.
Sin
embargo un Pedrito...¡qué querés que te diga!
A
ver si me explico: Pedro Bordaberry, Pedro Picapiedra, José Pedro Damiani no
serán nunca Pedritos.
De
los José ni te hablo.
¿Viste
algo peor que un José al que no le digan Pepe? José Peirano, José Rohm, José
Nino Gavazzo, por ejemplo.
¿Y
viste los Pepes? Mujica en los 60 era José...ahora es el Pepe.
Y
andá anotando: El Pepe Sasía, el Pepe Guerra, el Pepe Urruzmendi, el Pepe
Vázquez, el Pepe DElía.
¿El
premio? El premio se lo lleva el Pepe Schiaffino, que consiguió ser Pepe
llamándose Juan Alberto.
¿Y
los María? ¡Pobres tipos! La mayoría de los José María hizo un pozo en el fondo
de la casa y como si hubiera sido un cadaver enterró el María para siempre. Sin
embargo otros lo lucen con orgullo. Te lo juro.
En
algunos casos les pusimos profesión a los nombres.
Así,
todos los Conos se convirtieron en deportistas de Florida.
Los
Manuel en bolicheros de Montevideo y los Samuel en tenderos del Chuy.
Los
que quisieron tener hijos basquetbolistas les pusieron Ramiro y Oscar.
Los
que querían buena gente los crucificaron con Jesús, Ángel o Belén.
Los
que quisieron relatores de futbol los llamaron Víctor Hugo, Walter Hugo, Carlos
María, Luis Victor o Julio César.
Los
que odiaron a sus crías los llamaron Mamerto, Simeón, Cornelio y Gilberto (un
aborto hubiera sido más humanitario)
Hasta
en el campo cambiamos la pisada y los Zenón, Floro, Aniceto y Aquilino -gauchos
machos si los hubo- los cambiamos por ambiguos Gonzalos, Hernán y Francisco.
A
propósito de Francisco... por los 90 en un momento de felicidad, fantasía y
fraternidad a los uruguayos les atacó fuertemente la letra efe.
Y
nos llenaron de Facundos, Fabricios, Felipes, Florencias y Fabianas.
Pero
donde nos exprimimos la cabeza fue en el fútbol.
La
selección del 24 en 18 jugadores tenía 6 Pedros (Arispe, Casella, Cea,
Etchegoyen, Petrone y Zignone)
La
del 28 tuvo otro tanto. De ahí seguramente vinieron los Pedros de los 60 y 70
(Rocha, Grafiña, Pedrucci y otros tantos)
Si
encontrás ahora un Pedro jugando al fútbol...avisame.
Y...¿tenés
la mínima idea cómo se llaman ahora los jugadores de fútbol de este país?
¡Se
llaman Diego!
Claro,
sus padres se maravillaron con Maradona. Godín, Forlán, Lopez, Lugano, Perez,
Arismendi, Ferreira, Polenta y una lista interminable.
Lo
cierto es que los uruguayos a la hora de ponerle nombres a nuestros hijos hemos
sido distintos al resto del mundo.
Te
lo digo yo.
Mi
nombre no me deja mentir.