El Déficit Fiscal es un tema recurrente y es reconocido por todos los agentes  como un aspecto muy preocupante de los indicadores de la marcha de la economía, quizás el más preocupante por lo que significa. En pocas palabras contar con déficit fiscal es que el Estado gasta más de lo que le ingresa, con lo cual la única forma de financiar ese déficit en el corto plazo es tomando deuda, y ello genera un círculo vicioso, más deuda implica más intereses o sea más gasto, y ello agrava los resultados.

En el último tiempo hemos llegado a tener déficit fiscal sostenido de casi 4 % del PBI, son valores superiores a los producidos en la crisis de 2002, y por más que entre los objetivos del Gobierno se plantea reducir esos guarismos, la historia marca que en años electorales la tentación de gastar más es casi irresistible, por lo tanto parece claro que tendremos déficit muy alto para un buen tiempo al menos.

Podríamos preguntarnos el porqué hemos llegado a esa cifra luego del período de crecimiento económico más notable de la historia reciente, la respuesta en detalle implicaría un artículo en si misma, pero quizás haya que buscarla por la falta de políticas anti cíclicas (guardar para épocas de vacas flacas), aumento sensible del gasto duro, falta de inversiones reales que permitan generar nuevos ingresos, entre otras.

En lo que va de ésta Administración los ingresos públicos siguen subiendo apoyados en el consumo interno y la suba de impuestos (la recaudación de la DGI lleva más de 5 % de aumento real en el último año), sin embargo los egresos del gobierno central más BPS no dejan de crecer y han aumentado casi 2 puntos del PIB en el mismo período.

Enfocándonos en el título del artículo, acomodar las cuentas y  bajar el déficit es imperioso por razones de corto, mediano y largo plazo. Primero que nada y aplicando la lógica, no se precisa ser un economista experto para concluir que no es conveniente gastar más de lo que se gana, y menos aún por un período largo de tiempo, y todavía menos si ese gasto no necesariamente me asegura ingresos extras en el futuro. Otras razones pueden ser más técnicas como el riesgo de pérdida del grado inversor, incremento del ratio deuda/PBI, aumento de pagos de intereses de deuda, suba de tasas, y podríamos mencionar muchas más. 

Podríamos plantearnos la interrogante, ¿Qué amenazas y oportunidades nos deparan los próximos 15 o 20 años?. Levantando la mirada e intentando ser optimista, se encuentra algún aspecto positivo de corto y mediano plazo que seguramente mejore los indicadores económicos, la probable nueva planta de celulosa, también la menos probable extracción comercial de hidrocarburos, pero si miramos un poco más allá, el cielo se presenta oscuro y amenazante.

La encuesta de expectativas realizadas a los empresarios por la consultora Deloitte, arroja que solo 1 de cada 4 empresarios espera que su rentabilidad aumente, y solo 1 de cada 10 piensa contratar más personal.

El mercado de trabajo está ya con problemas, y seguramente los tendrá aún más, hay cambios que se están produciendo velozmente en el mundo, y por más que al Uruguay las cosas tardan en llegar, a la larga llegan. 

Es indudable que el avance de la tecnología como la inteligencia artificial y la automatización de las tareas rutinarias restringirán la oferta de trabajo de baja calificación en el mundo y en el país.

Un estudio de la Consultora internacional MC Kingsey aborda este tema, y la Universidad de Montevideo lo estudia a nivel nacional, y los resultados son contundentes, más de la mitad de los trabajos actuales de los uruguayos tienen alto riesgo de desaparecer en los próximos 10 o 20 años, y en los trabajos no calificados esos porcentajes están por encima del 80%. Trabajos como los cajeros de supermercados, los guardas de ómnibus, incluso los choferes, ya están desapareciendo y por más resistencia que se oponga terminará sucediendo, Hay una incógnita que me planteo cada vez que escucho hablar del tema ¿en qué van a trabajar más de la mitad de los jóvenes de 15 años que las pruebas PISA han determinado que no tienen las habilidades mínimas para una tarea compleja? Y como ya hemos planteado en otros artículos, si sumamos los que abandonaron los estudios ese porcentaje es mayor a 60%.. 

Se destruyen trabajos y se crean otros, pero estos serán de mayor complejidad y requerirán formación y aptitudes que, como viene la mano, no tendrán la mayoría de nuestras próximas generaciones. 

¿Que estrategia deberíamos utilizar para enfrentar esta amenaza? 

La frase del escritor y filósofo estadounidense Elbert Hubbard es muy gráfica “Una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres corrientes. Pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario”, 

Claramente la solución no es aislarnos del mundo para “protegernos” como aún se sigue escuchando, sería intentar tapar el sol con la mano, sino que el camino viable es enfocarnos en reformas educativas de fondo que apunten a preparar a los jóvenes para un mundo cambiante que demanda nuevas habilidades, formando trabajadores versátiles y capacitados que apliquen conocimiento, y lamentablemente nuestra educación está bastante distante de lograr esos resultados y tampoco se avizoran mejoras sustanciales en ese sentido. 

A diferencia de la educación que es un problema reconocido por todos, no así otra gran nube que tenemos en el horizonte, el costo de la seguridad social. Hoy por hoy el país gasta en Jubilaciones y pensiones casi el 90 % del total de lo que recauda el IVA, el sistema administrado por el BPS es muy deficitario y requiere transferencias de rentas generales del orden de 400 millones de dólares por año. 

Un estudio reciente de la Universidad de la República lo revela claramente, el envejecimiento de la población continua de forma sostenida y afecta directamente a las jubilaciones y a la asistencia de salud, el mercado laboral se restringe por lo que cada vez hay menos trabajadores activos para financiar el sistema. Otra vez intentando ser optimista los desastres que ocurren en otros países nos favorece y aumenta el flujo de la migración, como los jóvenes venezolanos que están llegando (que además cuentan con bastante mejor educación formal que el promedio de nuestra población), de todas formas ese aspecto está lejos de ser estadísticamente relevante. 

Para peor, como vimos ambos aspectos se retroalimentan y logran sinergias negativas, es decir sus problemas se refuerzan al considerarlos en conjunto. 

En conclusión tenemos desafíos muy grandes que seguramente compliquen mucho nuestra economía en el mediano y largo plazo, y por tanto preparar desde ya las cuentas macro económicas para los chaparrones venideros es esencial, de esa forma lograr entre otras cosas un mayor margen para endeudarnos si es necesario, para invertir en las reformas de fondo impostergables que debemos afrontar, para capacitar y reconvertir nuestra fuerza laboral primaria, en definitiva prepararnos para un mundo cada vez más cambiante, demandante y competitivo donde sobrevivirán solo los que estén preparados. 

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